La figura humana está en el corazón de su trabajo, evolucionando a menudo en universos fantásticos. Sus sujetos están frecuentemente encerrados, aplastados por el marco del cuadro, simbolizando la dificultad de trascender nuestra condición en una sociedad violenta y ansiosa. La relación dominante/dominado es frecuentemente evocada, con la figura recurrente del pez como expresión última.

Monjo se entrega en cada uno de sus cuadros, desvelando con toques su propia experiencia en un mundo duro y frío donde a menudo impera la ley del más fuerte. Logra con maestría representar la fragilidad de la condición humana que parece volver a aplastar a todos los personajes. En sentido figurado como en sentido propio, hombres y mujeres están encerrados por el marco de los cuadros, un recordatorio brutal de su incapacidad para liberarse de las cadenas banales de la existencia y lo cotidiano.

Además, su arte explora temas cotidianos con una visión personal y lúcida, revelando la fragilidad de la condición humana. Sus lienzos están poblados de corazones, guitarras y objetos de la vida diaria como botellas, platos, tenedores y vasos abandonados, añadiendo un toque de fantasía y sinceridad.